Reflexiones sobre Europa, América y el Mediterráneo

Una mirada a la historia, una reflexión sobre el presente y algún comentario sobre el futuro de países, personas e ideas de ambos lados del atlántico

sábado, 31 de diciembre de 2011

ALGUNOS LIBROS DEL 2011

Mi amigo Rafa Andújar colgó el otro día en su muro de facebook un link a “Purga”, que es el libro que más me ha gustado en este 2011 tan desabrido y ya a punto de acabar, y aunque soy consciente de que estamos en temporada de inflación de listas y clasificaciones de todo tipo (libros, películas, canciones, series, deportistas, políticos...), ese link me ha animado a reseñar algunos de los que durante este año, de alguna u otra forma, me dejaron esa pequeña sensación de plenitud que permanece con nosotros cuando terminamos un buen libro. Sin mayor orden ni concierto, y sin querer extenderme demasiado para seguir los consejos de Sergio Toledo, otro gran amigo de “cuando éramos jóvenes”, ahí van unos cuantos títulos.

- “Purga” (Salamandra), de Sofía Oksanen.  "Las golondrinas ya se habían marchado, pero las grullas cruzaban el cielo en formación y con los cuellos estirados. Su graznar resonaba por los campos y hacía que a Aliide le doliera la cabeza...", así comienza este impresionante relato, premio a la mejor novela europea del 2010, sobre la vileza deshumanizada de los totalitarismos, principalmente el soviético, también el nazi, que arrasaron los países Bálticos (y casi toda Europa) en el siglo pasado, y cuyos métodos son continuados por
las mafias del siglo XXI . Sólo la fuerza interior, el coraje y la determinación de una mujer pueden hacerles frente, con sus armas, con sus tiempos y con el convencimiento de que bajar la cabeza no significa necesariamente darse por derrotada.

- “La sirvienta y el luchador” (Tusquets), de Horacio Castellanos Moya. Escritor salvadoreño que nació y vivió en otros países del continente americano, con esta obra concluye una tetralogía sobre una familia, los Aragón, y un país, El Salvador, que viven sus propios y entrelazados descensos a los infiernos. María Elena, una criada, una simple asistenta de la familia Aragón, emprende sin dudarlo un muy peligroso viaje para intentar rescatar a los más jóvenes de la familia de los horrores de la guerra civil que está devorando al país. El Vikingo, un antiguo luchador cuyos momentos de gloria ya pasaron, intenta, viejo y medio muerto, ayudarla con sus últimas fuerzas. Una gran novela, aunque la única noticia positiva es que los tiempos han cambiado en el Salvador.

- “La noche de los tiempos” (Seix Barral), de Antonio Muñoz Molina. Su novela más completa desde “Plenilunio” también podría llevar por subtítulo “Erase una vez en Madrid”, por la magnífica y detallada recreación que hace del Madrid aún pueblo y pueblerino, ese Madrid de los años 30 que algunas mentes avanzadas de la II República intentan convertir en capital moderna y europea al mismo tiempo que las carretas del campo y los animales y las bestias pasean por las calles de sus barrios. Ese Madrid asaltado por el fascismo y abrazado hasta la asfixia por el comunismo y el anarquismo, ese Madrid en el que después del 18 de julio de 1936 no hay sitio para moderados, “templados” en la definición de Muñoz Molina, que deben buscar su felicidad, y su propia supervivencia, en otros lugares.

-”Severina” (Alfaguara), de Rodrigo Rey Rosa. Escritor guatemalteco que ha vivido en las muy internacionales Nueva York y Tánger, Rey Rosa, consigue condensar en el protagonista de esta novela corta el amor por los libros y el amor por una perturbadora mujer, Severina, que misteriosamente se dedica a robar libros, corazones y, quizás, las vidas de sus conquistados.

-”In the Garden of Beasts” (Crown), de Erik Larson. La historia del primer embajador de los Estados Unidos en la Alemania hitleriana, de sus encontronazos con los gerifaltes nazis y sus desencuentros con los responsables del departamento de estado en Washington, que no veían bien ni sus orígenes plebeyos (su elección la había hecho directamente el presidente Roosevelt saltándose a otros candidatos) ni su postura de fuerza contra el régimen nazi. También las historias amorosas de su hija con altos cargos de las SS y con espías de la embajada soviética. ¿Una obra de ficción?, no, un gran relato del Berlín de los años 30 del siglo pasado...                       

- “Redentores: Ideas y Poder en América Latina” (Debate), de Enrique Krauze. El gran historiador y ensayista mexicano consigue un muy interesante fresco de 12 personalidades de Latinoamérica, del Che al subcomandante Marcos, de Fidel a Chávez, de García Márquez a Vargas Llosa, en el que nos desgrana a esos políticos, revolucionarios e intelectuales -y personajes inclasificables, como Eva Perón-, pero sobre todo analiza las ideas que han propugnado, defendido y por las que, algunos de ellos, han dado su vida. Un gran análisis del poder de las ideas, y de las ideas del poder, en América Latina.   

Acabo la lista y me doy cuenta que la mayoría de estos libros tratan sobre guerra, barbarie y opresión...pero también sobre la entereza y la fuerza del ser humano para sobreponerse a las circunstancias, por difíciles que éstas sean, en busca de su felicidad. Buena entrada de 2012 para todos!!!

jueves, 29 de diciembre de 2011

DOS HOMBRES Y UN DESTINO: ESPAÑA Y EL NACIMIENTO DE LOS ESTADOS UNIDOS

Desde el ascenso de los Estados Unidos a la condición de primera y, hasta hace bien poco, única e indiscutible potencia mundial, todos los estados se interrogan, de una u otra forma, sobre su relación con ese país, esa “república imperial” en la expresión de Raymond Aron, que ha definido, nos guste o no, el sistema de relaciones internacionales desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días, conformando, a su imagen o contra su imagen, el mundo en el que vivimos desde el final de la segunda guerra mundial. España, por supuesto, no es una excepción a esa regla, y desde esos dramáticos años que acompasan la guerra civil y la segunda guerra mundial, nuestra política internacional, y con ella en buena parte la nacional, ha venido condicionada por el estado de las relaciones con el “amigo americano”, desde la visita de Eisenhower a Madrid en los años grises de la dictadura de Franco al referéndum sobre la OTAN de 1986, pasando por la Conferencia de Paz sobre Oriente Medio de Madrid o la polémica sobre la guerra de Irak.

Y, sin embargo, son prácticamente desconocidas las etapas iniciales de las relaciones entre España y los Estados Unidos, que se remontan a los primeros momentos del nacimiento del país norteamericano como estado independiente. En puridad, el mismo hecho del surgimiento de los Estados Unidos como nación libre y soberana, que en su caso significaba libre de la corona británica, se debe, en una parte para nada desdeñable, al apoyo diplomático y económico primero, y militar después, de la corona española a las 13 colonias que, tras rebelarse contra el gobierno de Su Majestad, el Rey de Inglaterra, tuvieron que combatir una larga y muy dura guerra de independencia (lo que allí se conoce como revolución americana, 1775-1782), hasta poder ver reconocido su derecho a existir como un estado libre, soberano e independiente.   

Y precisamente en la génesis de las relaciones entre España y los Estados Unidos jugaron un papel fundamental, de parte española, dos personas, dos simples ciudadanos de a pie, Juan de Miralles y Francisco Rendón, que habían llegado a la América española desde la Península Ibérica para ocuparse de sus negocios y que, por circunstancias y casualidades de su tiempo, fueron enviados como “observadores” o “comisionados” de la corona española a los territorios controlados por los rebeldes americanos, sin que nunca hubieran podido imaginar la decisiva actuación que iban a desempeñar en el nacimiento como país independiente de las hasta entonces colonias británicas de Norteamérica. Por supuesto que la decisión sobre el apoyo español se originó en la muy bien engrasada maquinaria administrativa de la monarquía borbónica, en la que tuvo una participación clave el Consejo de Indias, y esa difícil decisión de que la monarquía española apoyara a los rebeldes americanos en su lucha contra el Rey de Inglaterra, se tomó tras innumerables informes, misiones, reuniones y despachos del monarca Carlos III con sus principales ayudantes y consejeros, pero el aporte de mucha de la información que condujo a ese momento, y gran parte de su aplicación efectiva sobre el terreno, correspondió a Miralles y Rendón, que hasta el comienzo de su misión a Norteamérica habían sido simples comerciantes de cierto éxito radicados desde mediados del siglos XVIII en La Habana.
  
El entonces Capitán General de Cuba y Gobernador de La Habana, Diego José Navarro, había recibido en 1776 la orden de gobierno español de enviar secretamente un comisionado a las colonias insurgentes de América del Norte, para que armado de “sagacidad, celo y prudencia” pudiera “internarse en dichas colonias, estar a la vista de cuanto ocurra en ellas, instruirse bien y avisar con las correspondientes precauciones...todos los sucesos de alguna importancia”, recayendo su elección en Juan de Miralles, “vecino de esta ciudad, de crédito, bienes y familia conocida”. En los momentos iniciales de la revuelta de las colonias casi nadie creía que Gran Bretaña, la nación más poderosa del mundo, pudiera ser vencida militarmente por unos desorganizados y mal armados rebeldes, por lo que tanto la corte de París como la de Madrid, aunque deseosas de resarcirse de las diversas derrotas que habían sufrido en los años anteriores a manos de los ingleses, titubearon en la posición a adoptar, más aún en el caso de España, que tenía su propio e inmenso imperio americano al que proteger de ideas y tendencias independentistas...Para saber con más certeza qué estaba ocurriendo en los territorios controlados por los partidarios de la independencia, para valorar qué medidas adoptar y qué pudiera interesar más a la corona hispánica es por lo que se manda a estos “comisionados”, hasta entonces comerciantes y mercaderes en el mar Caribe, a contactar con el Congreso Continental, en aquel tiempo la principal autoridad de los rebeldes.    

Juan de Miralles se había trasladado desde España a Cuba en la década de 1740, donde ejerció de comerciante, figurando en 1.765 como solicitante del asiento de esclavos. Al comenzar la rebelión de las colonias contra Londres se cerró el ingente comercio de aquellas con Inglaterra, lo que fue rápidamente aprovechado por los comerciantes establecidos en las posesiones francesas, holandesas y españolas del Caribe, que llenaron el vacío dejado por los ingleses. Miralles fue uno de los comerciantes habaneros que más se benefició, y tejió una importante red de contactos con mercaderes, agentes y hombres de negocios norteamericanos que le habrían de ser de gran ayuda cuando, más tarde, fue comisionado por Navarro. Por su parte, Francisco Rendón había nacido en Jerez de la Frontera, aunque desde pequeño se trasladó a Cádiz, donde muy pronto estuvo trabajando con varias firmas que negociaban y comerciaban con las colonias españolas en América, pasando muy joven a vivir a Cuba, donde sirvió como secretario al servicio de Miralles de forma tan eficaz que éste lo incorporó, en esa misma condición de secretario, a su destino en el territorio rebelde.  

La aventura continental de Miralles y Rendón dio comienzo el último día del año de 1.777, cuando zarparon de La Habana a bordo del buque “Nuestra Señora del Carmen”, llegando a Charleston, Carolina del Sur, el 9 de enero de 1.778 e iniciando de inmediato una larga marcha hacia el norte en busca del Congreso Continental. Iniciaba así una extraordinaria misión que en el caso de Miralles se extendería hasta su muerte, acaecida el 28 de abril de 1.780 en Morristown, sede del cuartel general del jefe militar de los rebeldes, George Washington, y que sería continuada por Francisco Rendón, nombrado comisionado tras el fallecimiento de Miralles, hasta el triunfo de los sublevados, la firma de la paz y la llegada del primer embajador plenipotenciario de España. Ambos hombres, Juan de Miralles y Francisco Rendón, desempeñaron una misión que marcó el inicio de las relaciones entre los nacientes Estados Unidos de América y España, aunque ninguno de los dos fue nunca acreditado oficialmente como embajador o ministro plenipotenciario de España ante los Estados Unidos de América. Tanto uno como otro fueron, según los precisos términos en los que se les encomendó su misión, agentes y comisionados de España ante el Congreso de los Estados Unidos, que durante todos aquellos años sesionó en varias ciudades del continente, principalmente en Filadelfia.

Y sin embargo, con las acciones que tuvieron que realizar para cumplir esa misión en unos complejos e intensos años, a veces cumpliendo precisas órdenes de Navarro en Cuba o de José de Gálvez, Secretario de Indias, en España, otras veces –la mayoría- improvisando y actuando a su mejor parecer, también ejercieron funciones diplomáticas, consulares, comerciales e incluso de espionaje, desarrollando una impresionante labor en defensa de los intereses españoles en la guerra que enfrentaba a la Gran Bretaña con las trece colonias de América del Norte, y a la que luego se sumaron Francia y España. Miralles y Rendón, simples ciudadanos, fueron así los peones avanzados de España en un gran juego político, diplomático y militar que se desarrolló entre 1775 y 1783, con Londres, París, Madrid y Filadelfia como centros principales de decisión y con numerosas operaciones militares en varios continentes y océanos. Con su decidida y personal actuación, con el ejercicio de su “sagacidad, celo y prudencia”, hicieron la aportación necesaria para defender y avanzar los intereses de su gobierno y, al mismo tiempo, ayudaron, a su manera y en el ámbito de sus posibilidades, al nacimiento de los Estados Unidos de América, un destino nada manifiesto para dos comerciantes de provincias de la España de mediados del siglo XVIII.