Reflexiones sobre Europa, América y el Mediterráneo

Una mirada a la historia, una reflexión sobre el presente y algún comentario sobre el futuro de países, personas e ideas de ambos lados del atlántico

domingo, 29 de enero de 2012

EL TRAJE DEL EMPERADOR


Supe por primera vez del emperador Maximiliano I de México y su trágica aventura mexicana la tarde que vi “Veracruz” (Robert Aldrich, 1954), ese extraordinario western en el que Gary Cooper, Burt Lancaster y una jovencísima Sara Montiel intentan hacerse con el tesoro que el emperador guardaba para comprar armas con las que derrotar a los rebeldes de Benito Juárez. De esa película recuerdo al bueno de Gary Cooper y al canalla de Burt Lancaster y lo que nos reíamos mis hermanos y yo con el sufrimiento y los rezos de los sirvientes del palacio de Chapultepec cuando al emperador le da por demostrar su puntería intentando apagar a tiro limpio las velas y candelabros sostenidos por los mayordomos imperiales. Años después, quizás en 3º de BUP o en COU, me tocó estudiar algo de historia de América, y los escasos párrafos dedicados a México venían ilustrados por un dibujo del fusilamiento del emperador tras su derrota frente a los juaristas. Cautivo y desarmado su ejército, Maximiliano fue capturado en Querétaro y pasado por las armas junto a sus últimos fieles, los generales Miramón y Mejía, en junio de 1867.  

Esa es, resumida, la versión oficial de cómo finaliza la extraordinaria y algo ridícula historia de Maximiliano de Habsburgo, hermano menor del emperador de Austria-Hungría, el gran Francisco José, tras ser instaurado emperador de México por la fuerza de las bayonetas europeas (principalmente francesas) en 1864. Los Estados Unidos, que habían dejado claro a principios de ese siglo XIX que no permitirían nuevas intervenciones europeas en América (la doctrina Monroe, establecida en 1823), poco pudieron hacer para impedir esa crepuscular aventura imperial, desgarrados por su guerra civil (el propio personaje de Gary Cooper en “Veracruz” es el de un antiguo oficial sudista, caballeroso y orgulloso en la derrota, como mostraban las películas de entonces a los confederados).    

Y, sin embargo, puede que haya algo más detrás de esa “versión oficial”, o al menos así lo cree en El Salvador bastante gente, incluyendo muy serios historiadores. Según esa otra historia, Maximiliano no fue fusilado en Querétaro, siendo perdonado en el último momento por su compañero masón Benito Juárez. Al emperador se le permitió escapar a cambio de abandonar el país y de ocultar por siempre su identidad, pues el nuevo México igualitario y revolucionario no podía nacer fusilando a mexicanos y perdonando la vida a emperadores europeos. Maximiliano, impostándose como un comerciante llamado Justo Armas (“el archiduque ha sido hecho justo por las armas”, leía la proclamación del supuesto fusilamiento), se estableció en El Salvador, donde fue protegido por sus autoridades, muchas de ellas también masones, y acogido calurosamente por la alta sociedad del país.

Está probado que el personaje de Justo Armas existió y vivió 40 o 50 años en El Salvador, donde apareció hacia 1870 sin saberse nunca de dónde venía. Igualmente, se sabe que hablaba varios idiomas y que dominaba a la perfección las formas y protocolos más exquisitos y rigurosos. También se dice que hacia 1914 aparecieron en San Salvador unos extraños emisarios de la corte de Viena, que habrían rechazado cualquier contacto con las autoridades del país y se limitaron a intentar convencer, sin éxito, a Justo Armas de que volviera a Europa a salvar a la moribunda dinastía. Mi compañero Santiago Miralles, que estuvo destinado hace tiempo en El Salvador, escribió una interesante y muy bien escrita novela (La Tierra Ligera, Ediciones de la Discreta) cuya trama central es, precisamente, el misterio de Justo Armas, que se va desvelando al mismo tiempo que vamos conociendo los personajes de una sociedad tranquila en la superficie pero que, en cualquier momento y sin previo aviso, puede ser sacudida por un devastador temblor.

Miralles nos cuenta cómo Justo Armas, que vestía de forma impecable en todo momento y ocasión, iba siempre descalzo y nunca usaba zapatos, al parecer en cumplimiento de su promesa a la Virgen de “estar siempre en contacto con la tierra” por haberle salvado la vida en una ocasión. La Historia nos ofrece muchas otras leyendas y mitos sobre reyes o emperadores ocultos o desaparecidos (desde don Sebastián El Deseado de Portugal a Anastasia Romanov), pero como nos enseña el famoso cuento, también sabemos que un emperador, por muy poderoso que sea, puede estar desnudo, aunque haga falta la inocencia un niño para que nos demos cuenta de ello. Por eso me gusta especialmente la historia de Justo Armas, ese misterioso personaje que había aprendido que, descalzo o no, en Viena o San Salvador, sólo se es un verdadero emperador si no se pierde el contacto con la tierra...          


sábado, 21 de enero de 2012

EL FACTOR HUMANO


“El deporte tiene el poder para cambiar el mundo y para unir como pocas otras cosas lo hacen. ..El deporte se dirige a los jóvenes en un lenguaje que ellos entienden y es capaz de crear ilusión donde antes sólo había desesperanza...”. Nelson Mandela.

No es el rugby mi deporte favorito, aunque si me creyera John Cusack en “Alta Fidelidad” y me pusiera a hacer la lista de mis 5 deportes favoritos quizás entrara en una honrosa quinta posición, tras fútbol, baloncesto, ciclismo y tenis -en esa muy divertida película, el pasatiempo favorito del personaje interpretado por Cusack es hacer listas de las 5 cosas que más, o menos, le gustan, principalmente en relación a la música (5 mejores albums, 5 mejores canciones singles...), y también sobre otros temas (5 rupturas amorosas más dolorosas, 5 trabajos ideales...). John Carlin, sin embargo, sí es uno de mis 5 escritores-periodistas favoritos, y su libro “El Factor Humano”, editado en España por Seix Barral, una muy bonita y sentida historia sobre cómo un deporte -el rugby-, una ocasión única -el mundial de 1995- y una personalidad irrepetible -Nelson Mandela- pueden conjugarse para unir a un país, Sudáfrica, superando una dramática historia de exclusión y odio y forjando una nueva identidad nacional basada en la solidaridad y en los valores comunes (la película que se hizo sobre esta historia, “Invictus”, protagonizada por Morgan Freeman y Matt Damon, no es tan buena como el libro, como ocurre con casi todas las películas basadas en libros; próxima lista, 5 películas que sí superaron al libro en el que se basaron...).

John Carlin acaba de pasar unos días en El Salvador, invitado por la Fundación Educando a un Salvadoreño, FESA, una institución local que proporciona a niños y adolescentes de entre 12 y 18 años formación deportiva, humana y académica, fomentando valores de identidad compartida en niños que vienen de comunidades que sufren la violencia y la exclusión. No es un tema cualquiera en esta sociedad que entre todos hemos creado y que idolatra los deportes y en la que los deportistas son figuras admiradas, e imitadas, por cientos de millones de niños en todo el mundo, desde los barrios y suburbios mas pobres de Johannesburgo a los de San Salvador o Sevilla. Y es que, aunque en estos tiempos modernos sólo valoremos al ganador, y se apueste siempre por el éxito del más rápido, del más fuerte o del más hábil, el deporte también ayuda a crear equipo, a valorar la pertenencia a un colectivo y a tomar conciencia que cada uno de nosotros puede sumar lo necesario para hacer la diferencia.

Carlin fue corresponsal en Centroamérica en los duros años 80, cuando la región vivía el infernal ciclo de violencia destructiva que asoló a  casi todos los países de la zona. De allí se fue a la Sudáfrica que estaba saliendo de décadas de apartheid para intentar construir una democracia en la que cupieran todos: blancos, negros, mestizos o hindúes. Allí conoció de primera mano el papel fundamental de una personalidad única como Mandela para construir un nuevo estado y una nueva nación. Una tarea titánica para una de las figuras decisivas, quizás única, del siglo XX. Carlin ha conocido lo mejor y lo peor del ser humano en distintos países de varios continentes, y con su voz algo ronca y su habla pausada, con un español con ligerísimo acento a lo “Michael Robinson”, puede discutir con la misma pasión sobre el fútbol español, el periodismo internacional o la situación en Centroamérica.  

Y la conclusión que saco al finalizar la conferencia que pronunció en El Salvador y tener la oportunidad de conversar durante un buen rato con él es que, definitivamente, el factor humano sigue encabezando la lista de las cosas que pueden construir un mundo mejor.


martes, 17 de enero de 2012

ANATOMIA DE OTRO INSTANTE: 20 AÑOS DE LOS ACUERDOS DE PAZ DE EL SALVADOR


Me permito parafrasear el título del excelente libro de Javier Cercas para un artículo que me publica hoy el diario El Mundo de El Salvador sobre la conmemoración de los 20 años de los Acuerdos de Paz de este país...

Decía el general De Gaulle, una de las figuras más importantes de la política europea de la segunda mitad del siglo pasado, que las peores guerras son las civiles pues, además de destruir un país enfrentando a hermanos contra hermanos, cuando terminan no llega la paz, sino la victoria...En estos días se conmemora el vigésimo aniversario de los Acuerdos de Paz que pusieron fin al atroz conflicto armado que sufrió El Salvador entre 1980 y 1992, causando cerca de 80.000 muertos y destruyendo buena parte del sistema productivo de la nación en una dramática contienda que marcó a varias generaciones de salvadoreños. Con motivo de esa conmemoración, los diversos medios de comunicación reproducen estos días imágenes de la época y recogen testimonios de diferentes participantes y testigos del proceso de paz que concluyó en aquel histórico momento.
Leo con enorme interés las crónicas, los análisis y los recuerdos de aquellos tiempos y me impacta especialmente una imagen, la de la firma de los Acuerdos en la sede de Naciones Unidas en la ciudad de Nueva York, que me parece resume como ninguna otra lo logrado en aquellas negociaciones. La fotografía, con un blanco y negro que transmite aún más el dramatismo de esos momentos, muestra una mesa bastante simple que aparece presidida por el entonces secretario general de naciones unidas, el peruano Javier Pérez de Cuéllar, y a ambos lados se sientan los representantes de las dos delegaciones, la del gobierno y la del FMLN. Algunas caras no esconden el cansancio -como nos están contando estos días algunos de los allí presentes, se negoció hasta el último minuto, incluso más allá, cuando hubo que parar el reloj para que el Acuerdo se lograra bajo el mandato de Pérez de Cuéllar- pero lo que más llama la atención de ese instante, lo que creo resalta por encima otras consideraciones, es la satisfacción y la determinación que reflejan los rostros de los representantes de las dos partes, así como los de quienes se agrupan en torno a la mesa, otros miembros de las delegaciones y diplomáticos de Naciones Unidas y de otros países. Una imagen que muestra a la perfección cómo, los que hasta entonces eran dos bandos enfrentados, con visiones excluyentes de su concepto de país, pasan a ser agrupaciones o partidos que, defendiendo en algunos puntos y cuestiones opciones distintas y hasta opuestas, dejan de querer excluir al otro, para intentar buscar el complemento y el acuerdo, en definitiva para sentar las bases de un estado democrático y de derecho. Creo que ese fue, y que ese sigue siendo, el gran éxito de unos históricos Acuerdos de Paz, logrados por la determinación, el compromiso y el sacrificio -el enorme sacrificio- de los salvadoreños, verdaderos protagonistas de su proceso de paz.

Y por supuesto que la comunidad internacional también se implicó muy a fondo en el proceso negociador, desde los Estados Unidos a Francia, destacando el papel crucial que desempeñaron las Naciones Unidas y su entonces Secretario General, Javier Pérez de Cuellar, que ideó la novedosa fórmula del Grupo de Amigos del Secretario General, compuesto por Colombia, México, Venezuela y España, países que se comprometieron especialmente con el proyecto negociador, ayudando en todo lo posible al Secretario General y multiplicando sus esfuerzos. En el caso de España, fue una actuación firme, responsable y decidida, consecuencia de la solidaridad que el gobierno y el pueblo español sentían, y siguen sintiendo, con la sociedad salvadoreña. Ese apoyo y solidaridad de España continuó manifestándose en la dura, difícil y, sin dudas, a veces muy delicada tarea que supuso aplicar y llevar a la práctica los Acuerdos de Paz, y que continúa hasta nuestros días con la intensa colaboración que realizamos con el gobierno salvadoreño en muy diversos ámbitos, desde la participación conjunta de las Fuerzas Armadas de los dos países en misiones de paz de Naciones Unidas al apoyo a una mayor y una más fuerte institucionalidad en el país.   

Veinte años son tiempo suficiente para hacer un balance de lo conseguido y de lo alcanzado con los Acuerdos de Paz, así como de lo que aún quede por lograr, pero creo que también nos permiten tener la suficiente perspectiva para afirmar que, al menos en este caso, no se cumplió la cita del general De Gaulle, pues los salvadoreños supieron estar a la altura del reto que enfrentaban y, tras poner fin a la guerra, lograron construir la Paz, sin duda la mejor victoria para el conjunto de la sociedad salvadoreña, protagonista de un exitoso proceso que se ha convertido en un ejemplo y modelo de resolución pacífica de otros conflictos en el mundo.

jueves, 12 de enero de 2012

SEIS MESES, MEDIO AÑO

Hoy hace seis meses que llegamos a El Salvador. Un caluroso martes 12 de julio dejamos Madrid para aterrizar ese mismo día (cosas de la diferencia horaria) en un caluroso y lluvioso El Salvador. Para cuando  entramos a la casa Mariana y Gustav estaban dormidos, era ya muy de madrugada para ellos (y para Kathy y para mí, pero nosotros teníamos que aguantar), así que en mitad de esa su primera noche en una casa extraña, en un nuevo país y en un nuevo continente se despertaron hambrientos, desorientados y somnolientos, buscando a tientas en la oscuridad el cuarto de sus padres.  

Seis meses intensos y absorbentes en un pequeño (21.000 km cuadrados, el de menos extensión de la América continental) gran país que, entre sus volcanes, su océano y su vibrante presente, desborda tal actividad que se hace especialmente atrayente para todos los que, viniendo de afuera, nos interesamos por intentar conocer mejor al país y a sus gentes.

Seis meses con problemas, preocupaciones, descubrimientos y alegrías, seis meses con nuevas amistades, seis meses con nuevos retos y desafíos, sin duda distintos a los que habíamos tenido que enfrentar con anterioridad. Seis meses, en definitiva, que nos han hecho diferentes y que creemos que nos han aportado enormemente en lo personal y en lo profesional. Seis meses imposibles de resumir en un blog o con unas fotografías, pero ahí dejo seis que pretenden reflejar algo de este tiempo y de este país. Y Mariana y Gustav, aunque ni pidieron venir ni sabían donde quedaba El Salvador, ya desde su segunda noche se sintieron siempre en su casa, en su país y entre su gente.






martes, 10 de enero de 2012

SEIS NOCHES, SIETE DIAS

Duermo mal la ultima noche de vacaciones, deben ser los nervios del viaje de los que habla Woody Allen en su papel más de Woody Allen, (Allan Felix en "Sueños de un Seductor", dirigida en 1972 por Herbert Ross, una de mis películas favoritas de siempre), así que decido irme a pasear cuando el sol apenas ha levantado, recorriendo el estrecho camino entre los hoteles, con el mar Caribe a un lado y la laguna Nichupté al otro. A pesar de la hora no camino solo, me adelantan turistas americanos que corren (los más jóvenes) y me cruzo con otros que caminan (los de más edad, categoría a la que temo me encasilla mi actividad), así como empleados de los hoteles que salen del turno de noche y esperan callados y cansados los buses que los acercarán a sus casas. Los turistas van (vamos) en pantalones cortos, tenis o chanclas, y los empleados conservan sus trajes blancos, algunos con corbata, todos con caras cansadas.

El turismo en Cancún parece ser un buen reflejo de la situación internacional, pocos españoles, mayoría de brasileños (en familias, en parejas), muchos rusos (en parejas y en grupos de hombres que por la mañana parecen estar acabando la fiesta de la noche) y bastantes estadounidenses. Busco turistas indios y chinos con los que completar los famosos BRIC (Brasil, Rusia, India y China) que se dice dominan la economía mundial, pero no creo identificar a ninguno y supongo que vacacionarán en otros sitios (sudeste asiático?, Europa?) o en otra época...Mariana y Gustav se hacen amigos de una niña brasileña y los momentos de calma en los que intentan comunicarse jugando me permiten avanzar en “Honrarás a tu padre”, de Gay Talese, impresionante obra sobre el mundo de la mafia en los años 50 y 60 que, según leo en la contraportada de la edición de Alfaguara, fue la que inspiró Los Soprano, serie que no he visto pero de la que todo el mundo me ha hablado muy bien.

Mis hijos parecen divertirse con algunas cosas (la piscina con agua helada, el buffet del desayuno) y no tanto con otras (el club para niños del hotel), aunque para sorpresa de Kathy y mía Mariana se queda intrigada con las ruinas mayas de Tulum y me pide que le cuente la historia de esa civilización. La escucha con sumo interés, e intenta aprenderse los nombres de las ciudades mayas mas importantes. Me desarma con sus preguntas de niña de 5 años ("papá, si los mayas eran tan inteligentes porqué se pelearon unas ciudades contra otras?", "papá, y si eran tan inteligentes porqué no pusieron ascensores en las pirámides?”), pero sigue medio embelesada una historia que me invento sobre la última princesa maya de Tulum y que me sirve para resumirle en 10 minutos el auge y caída de una de las civilizaciones más interesantes que han existido.

Apuramos las ultimas horas de nuestro ultimo día en la playa, donde gracias al wifi del hotel familias, parejas y solitarios se comunican sin cesar con otras gentes que se han quedado en el lugar de donde vienen, ventajas (e inconvenientes) de nuestros días, en los que vacacionamos sin perder por un solo instante el trato con el lugar y las personas que hemos dejado atrás. Despega el avión y Mariana intenta ubicar en algún lugar de la selva la pirámide de la princesa de Tulum, pero está nublado y no se puede ver gran cosa. Le digo que no se preocupe, que la última princesa maya consiguió escaparse en un pequeño barco que llegó a El Salvador, y ella pide que cuando aterricemos vayamos directos desde el aeropuerto a las ruinas mayas más importantes del país, Joyas del Cerén. A duras penas logro convencerla de que eso será otro día y de que esa será otra historia...