Reflexiones sobre Europa, América y el Mediterráneo

Una mirada a la historia, una reflexión sobre el presente y algún comentario sobre el futuro de países, personas e ideas de ambos lados del atlántico

sábado, 3 de marzo de 2012

LA GUERRA DEL FUTBOL Y OTRAS HISTORIAS



Otra de las profesiones más antiguas del mundo es la de visitar lejanos y extraños lugares para contar lo que se ve y lo que se descubre, de otros hombres, de otras culturas y de otras costumbres. Herodoto fue uno de los primeros en practicar ese oficio, y lo hizo tan bien que, desde entonces (siglo V antes de Cristo), historiadores, periodistas o simples viajeros intentan imitar la perspicacia y profundidad con las que aquel griego nacido en Anatolia relató sus viajes por un mundo que, con el centro en Grecia, se extendía hasta el Sudán, Etiopía o la Península Arábiga.
Ryszard Kapuscinski ha sido otro de esos escritores errantes que, en palabras de Blake Morrison, con sus historias sobre lo que presenció “trasciende los límites del periodismo y escribe con el vigor narrativo de un Conrad, un Kipling, un Orwell…”. Nacido en Polonia en 1932, y fallecido en Varsovia en el 2007, Kapuscinski es el gran cronista de muchas de las innumerables convulsiones del siglo XX: guerras en América, revoluciones en África, dictaduras en Asía…allá donde había una noticia asomaba este polaco errante, hombre de mundo y admirador de Herodoto que antes de viajar a un destino intentaba leer al menos cien libros sobre su historia, su geografía y su cultura.
De sus impresionantes relatos uno de los que más me gusta es “El Emperador” (publicado en España por Anagrama), en el que se adentra por las miserias, locuras y excentricidades del último emperador de Etiopía, Haile Selassie I, el Negus, el Rey de Reyes, el León de Judá, que se decía descendiente directo y heredero del rey Salomón y de la reina de Saba -y que, a su vez, era considerado una especie de mesías redentor por los rastafaris de Bob Marley-, destronado por una revolución socialista en los años 70. Kapuscinski, que llegó al país tras su derrocamiento, recorre los pasillos y salones de sus antiguos palacios y camina por las calles desiertas de Addis Abeba, escuchando para luego contarnos las historias y recuerdos de sus viejos y aún leales servidores, construyendo un fresco espectral sobre aquel emperador diminuto que reinó sobre millones de empobrecidos súbditos.    
Igual de interesante, más para quienes vivimos en la zona de los hechos, es “La Guerra del fútbol y otros reportajes” (también en Anagrama), en el que nos cuenta sobre la trágica guerra que estalló en 1969 entre Honduras y El Salvador, una de las últimas contiendas bélicas entre dos países del continente americano. El chispazo definitivo que provocó el comienzo de las hostilidades fueron unos gravísimos incidentes en las eliminatorias  para el Mundial de México de 1970 disputadas entre las respectivas selecciones nacionales, que Kapuscinski detalló en su crónica de los hechos, bautizando así a una guerra que en Honduras se conoce como “la guerra de las 100 horas” (los combates duraron del 14 al 18 de julio) y en El Salvador como “la guerra por la dignidad nacional”. Con un nombre o con otro, más de 5.000 personas perdieron la vida y decenas de miles se vieron desplazadas de sus hogares (principalmente salvadoreños que tuvieron que dejar Honduras, donde se habían establecido desde décadas anteriores). La guerra, cuyas causas profundas eran la pobreza, el militarismo y la emigración salvadoreña a Honduras, también acabó con el sueño de la integración centroamericana, que había avanzado a un gran ritmo en la década de los 60, y que no volvería a recobrar su pulso hasta los comienzos del siglo XXI.         
La selección de El Salvador fue la que se clasificó finalmente para el mundial, derrotando 3-2 a la de Honduras en un partido de desempate disputado en México, pero la guerra, como casi todas, la perdieron los pueblos que la sufrieron, de un lado u otro de la frontera. Entre las muchas historias que afloran en su trepidante narración de esas 100 horas, Kapuscinski nos cuenta cómo un soldado hondureño le confiesa que no sabe por qué lucha contra su país vecino, “asuntos del gobierno, más vale no hacer preguntas”, le responde agazapado entre la maleza...Así nos recuerda Kapuscinski que, en mitad de la selva, del desierto o de la ciudad, como ciudadanos debemos no olvidar nunca que los “asuntos del gobierno” son también los nuestros, pues sólo así podremos exigirle a ese gobierno que se ocupe de las cuestiones realmente importantes, que ya nos ocuparemos nosotros de resolver la polémica por lo ocurrido en un partido de fútbol con la  tradicional fórmula de compartir una buena y fría cerveza con los aficionados del equipo rival.              

1 comentario:

  1. Gracias por compartir este artículo. Estoy completamente de acuerdo con su conclusión.

    Saludos. FELIZ FIN DE SEMANA.

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